Editado en 1983, y después de grabar un muy buen segundo álbum ("High and Dry"), los Leppard estaban dispuestos a reventar el mercado americano y convertirse en superestrellas. Para ello siguieron trabajando con el productor que convierte en oro todo lo que toca, John "Mutt" Lange. El hombre fué decisivo para el éxito del grupo. Pulió el sonido de la banda, realzando mucho más las guitarras y la batería, y concentrándose en darle más protagonismo a unas melodías vocales y unos coros que sirvieron de escuela para todo lo que vino después dentro del Rock melódico. Y por supuesto, Def Leppard pusieron de su parte con unas canciones que definitivamente tenían más gancho que sus anteriores obras y que estaban destinadas a sonar en pabellones deportivos llenos hasta la bandera. Con esta maniobra, Def Leppard se desmarcaron de sus compañeros de la New Wave of British Heavy Metal (Iron Maiden, Saxon...), sonaron continuamente en todas las radios y la entonces emergente MTV apostó de lleno por el grupo. Def Leppard lo habían conseguido. 9 millones de discos vendidos sólo en los Estados Unidos, que se dice pronto. El álbum llegó al número 2 del Billboard americano y consiguieron 3 singles dentro del Top 30 ("Photograph" #12; "Rock of Ages" #16; "Foolin'" #28).
"Photograph"
El disco es realmente una joya dentro del Hard Rock de los 80, y aún hoy en día suena fresco y poderoso. El inicio con "Rock Rock (Till You Drop)" es espectacular, "Photograph" es el perfecto single por el que muchas bandas matarían, "Rock of Ages" tiene la mezcla perfecta de crudeza, cormecialidad y arrogancia que un single rockero necesita para reventar los charts, y la joya escondida del álbum es para mi gusto "Comin' Under Fire", un tema que está totalmente infravalorado incluso por la propia banda.
Este es en mi opinión, y por la de muchos fans su mejor trabajo, a pesar de que con su siguiente álbum "Hysteria" consiguieran un éxito incluso aún mayor, pero en éste disco está la mezcla perfecta de comercialidad y fuerza. Era en la época en la que Joe Elliot cantaba con más fuerza, Steve Clark estaba inconmesurable a la guitarra y el pobre de Rick Allen conservaba sus dos brazos y su batería sonaba como Dios manda.
Un clásico.
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